Un mal día, el oso polar se despertó en mala posición, con mal aliento y de mal humor. Estaba harto del encierro, la gente, el ruido. Decidió abandonar el zoológico y buscar un lugar bien alto donde tomar un avión que lo llevara de regreso a casa. Alla iba él con su valija, su bufanda nueva y su determinación sin sospechar que no todos los aviones conducen al Polo y que muchas veces las mudanzas son tan caóticas, necesarias y sorprendentes como los nuevos comienzos.
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